Monywa y su chispa de autenticidad
¡Hace demasiado calor aquí! Y si digo «demasiado calor» me refiero a temperaturas mas o menos soportables antes de las 9 de la mañana y a partir de las 5 de la tarde.
Venimos aquí en un minivan apretados entre los locales pero relajados. Al llegar a la estación de buses hay muchos conductores de tuk-tuk de los que hay que librarse. Nos sentimos pegajosos, Chin Yun está un poco enferma y no tenemos ningunas ganas de hablar con un taxista.
Caminamos hacia el centro de la ciudad, las mochilas en las espaldas, para buscar un restaurante. Ya durante los primeros metros nos damos cuenta de que no vienen muchos viajeros aquí, porque la gente con asombro nos mira y saluda con la mano desde sus coches y motos. Nos divertimos mucho al pedir la cena en un restaurante que encontramos en el camino. Parece más bien ser uno de estos sitios para tomar el ron burmés barato y los clientes esta tarde son por lo general grupos de hombres jóvenes fumando en sus mesas. Aquí nadie habla inglés y el menú tampoco es legible, así que nos comunicamos con pies y manos y todo sale muy bien. Hay arroz frito, sopa y muchos vegetales.
Cuando se va la luz encienden una vela en nuestra mesa y el ambiente en la sala oscura de repente es mucho más acogedor.
Para nuestra estancia aquí reservamos el hotel más barato de la ciudad (15€ por noche en habitación doble) ¡y acabamos en el mejor hotel de nuestro viaje! La gente que trabaja aquí es increíblemente amable, el gerente nos enseña cada día nuevas expresiones en burmés para probarlas en la calle y el bufé de desayuno es enorme.
Monywa ni es una ciudad muy grande ni es muy bonita tampoco, pero su gente nos toca el corazón. Desayunamos lo más temprano posíble y damos una vuelta por la ciudad (nuestra actividad favorita en Myanmar). Deambulamos por el mercado donde se venden fruta, vegetales, pescado y carne. Pasamos por tiendas donde hacen muebles y podemos observar como hombres decoran a mano armarios con bonitos dibujos. Nos encanta simplemente mirar y observar las actividades de la gente por la mañana.
Solemos acabar en la pequeña panadería Eureka en el centro de la ciudad, donde venden café y matcha. Sacamos las cartas y nos reponemos del calor. Después de la comida solemos volver al hotel para una siesta, pintar, trabajar o programar. Para más no tenemos fuerzas con el tremendo calor.
Por la tarde hay que ir al mercado nocturno de Monywa. ¡Hay que decirlo! No nos hemos sentido nunca como aquí. La gente clava los ojos en nosotros como en ningún otro sitio hasta ahora. Una señora rompe una barrera y nos pregunta si podría tomar una foto con nosotros. De pronto estamos en el remolino de selfies porque nos llegan muchas mujeres jóvenes que también quieren una foto con nosotros.
La atención se siente rara pero no molesta realmente porque la gente nos trata con tanta amabilidad y sinceridad. Al pasar un puesto de comida rara que nunca hemos visto se nos acerca una señora que nos da un trocito de su comida para que probemos. También las mujeres que venden los mismos dulces en cada puesto nos dan trocitos para probar. Padres con sus hijos nos hablan en inglés y todo el mundo nos sonríe.
Aquí también hay una noria manual y otras atracciones para toda la familia. Hay muchos puestos donde venden ropa, comida grasienta o juguetes. El mercado nocturno aquí es un punto de encuentro todas las noches.
Estamos realmente a gusto y alargamos nuestra estancia por una noche más. Chin Yun vuelve a Yangón para tomar un vuelo a la India y de nuevo hay que despedirse.
La verdad es que sienta muy bien visitar a veces ciudades como ésta, donde la gente se alegra de que vengas a visitar como aquí en Monywa.
Nuestra próxima parada: ¡Mandalay!