Nuestro último friendship bridge del viaje: La frontera Myanmar – India
En Kalay nos reciben miles de conductores de tuk-tuk que intentamos ignorar. Comemos un arroz con vegetales no muy bueno y compramos el boleto a Tamu para el día siguiente. Es un sábado y en el mercado hay mucha gente cuando vamos en búsqueda de un hotel. Al salir de la estación de buses ya no hay nadie quien te quiera vender algo siendo turista.
Un hotel no se encuentra en el sitio indicado, otros dos hoteles son demasiado caros y al final nos quedamos en la última parada. A veces es más fácil viajar con un presupuesto más elevado. El precio que pagamos son 25.000 Kyats (menos de 14€) y lo primero que hay que hacer después es jugar a las cartas y tomar una Coca-Cola. Pasamos por un local minúsculo donde dos hombres le cortan a Leo pelo y barba. Aunque no saben muy bien que hacer con la barba europea, Leo se ve bien al final y nunca hemos pagado menos para un corte en este mundo (ni siquiera un Euro).
El próximo día vamos en dirección a la frontera después de nuestro té de desayuno. En minivan vamos a Tamu donde nos dejan cerca de la frontera. Buscamos algo para comer y acabamos en un sitio indio. No hay un menú y la familia del proprietario está sentada a nuestro lado comiendo arroz con vegetales con las manos.
Me vienen las lágrimas en el momento que el proprietario nos pregunta: «¿Veg or Non-Veg?». ¡Hablo totalmente en serio! Después de más de un año es la primera vez que en un sitio «normal» nos pregunten si queremos una opción vegetariana. Después de todo ese tiempo de viaje explicándoles a todos que no como ni carne, ni pollo, ni pescado, esta es la pregunta culinaria más bonita que he escuchado. Mis ganas de viajar por la India hindú son gigantes.
Tomamos un tuk-tuk hacia el puesto fronterizo que se abrió apenas hace dos años y donde dos oficiales luchan con una computadora vieja para darnos después el sello de salida. Ahora se acaba nuestro tiempo en Myanmar. Gracias por tu gente amable y linda, por tu autenticidad, tu propia cultura, por hombres y mujeres en longjis (las faldas cruzadas largas), por manchas rojas y escupidas en todas tus calles y por sonrisas rojas. Gracias en general por todas las sonrisas que hemos recibido aquí. ¡No lo olvidaremos!
Pasamos el friendship bridge y hay que subir una colina en el calor para llegar al puesto fronterizo de la India. Ahí apuntan nuestros datos dos veces, miran nuestro equipaje y el visado. Sin visado (no el e-visado) no puedes entrar aquí.
El edificio es gigante y moderno y hay un servicio de transporte gratis que nos lleva a Moreh, donde paramos en uno de los peores hoteles del viaje. No es muy caro, pero muy sucio. Moreh es una ciudad polvorienta con un pequeño mercado y las carreteras están dominadas por tuk-tuks y minivans. Prácticamente no hay aceras y vemos las primeras vacas que viven en toda libertad en la calle.
¡Welcome to India!