La oveja negra de Dimapur

En Imphal nos subimos a un bus viejito y no vamos a Kohima como la mayoría de los otros turistas porque los hoteles ahí son muy caros. Vemos la hermosa ciudad montañosa con sus vendedores de gusanos en las calles desde nuestros asientos en el bus.

El viaje dura demasiado tiempo. En primer lugar tenemos que desvíarnos por desprendimientos de tierra y en segundo lugar hay de nuevo diversos controles de militares. Esta vez los hombres en sus uniformes marrones no se interesan por extranjeros y sus pasaportes. Paran el bus y cachean todo el equipaje. El trato no es muy amable y las armas gigantes están colgadas de los hombros de los uniformados como juguetes. Los de ustedes que ya hayan viajado en buses interurbanos en Asia sabrán que se viaja con sacos gigantes y paquetes. Cortan todos los sacos, hasta prueban los contenidos y sacan muchas bolsas del bus.

La continuación del viaje se retrasa otros 45 minutos porque los hombres descubren varias bolsas llenas de cigarillos. Sacan las bolsas inclusive proprietaria del bus para un interrogatorio al lado de la calle que no se escucha adentro. Le permiten a la señora subir de nuevo al bus, pero sin sus bolsas. Está descalza y parece haberse rendido. Durante el resto del viaje hacemos solo una pausa de un minuto para mear, en el que nos acuclillamos al lado de la calle en la hierba.

Después de 12 horas interminables (gracias a nuestro «snackbag» no nos murimos de hambre) llegamos fritos a Dimapur. Las carreteras polvorientas están sumergidas en la poca luz que sale de los restaurantes todavía abiertos. ¡Finalmente comida! Hay el pan naan y curry en un restaurante dominado por la presencia de muchos hombres que nos observan. Aunque en el estado de Nagaland no está permitido el alcohol ya aquí vemos como unas botellitas con un líquido marrón cambian de proprietario.

Vamos al hotel que por ser listos hemos reservado con anticipación. Al llegar ahí (es uno de la cadena india OYO, una de las más grandes del mundo) nos explican que nuestra reserva no es válida porque ya no trabajan con OYO.

¡Justo lo que nos faltaba! En lugar de pagar el precio elevado regular del hotel insistimos en nuestra reserva y Leo se pone furioso hablando por teléfono con el servicio al cliente de OYO. Después de una conversación con un señor que nos crea una cuenta y le pregunta a Leo con quien viaja y si esta mujer es su esposa, nos dice que ya no hay hotel de OYO libre en Dimapur. Leo está enfadado y consigue que lo comuniquen con otra tía de OYO. Ya son las 10 y media de la noche y solo queremos ir a cama. Leo habla con la señora que pregunta preguntas similares como su colega pero al final nos consigue un hotel. Leo puede escuchar como negocia precios con los gerentes de los hoteles – por lo menos nosotros no tenemos que pagar extra …¡ es todo un rollo!

Así es como acabamos en el hotel Bravo. Está un poco lejos y caminamos otras 20 minutos hasta llegar ahí. Por lo menos el gerente es súper amable con nosotros y nos da la suite, un apartamento para nosotros. ¡Finalmente podemos dormir!

Dimapur no tiene mucho encanto si les somos sinceros. Hay miles de tuk-tuks (creo que nunca he visto más tuk-tuks en un lugar), montones de basura y muchas carreteras no están asfaltadas.

El tráfico levanta el polvo y muchas veces se va la luz. Por las tardes los proprietarios de los pequeños quioscos encienden velas y de cierto modo es un ambiente lindo.

Deambulamos por las calles y observamos a la gente en su trabajo. Aquí tomamos nuestro primer lassi salado y mi corazón de suero de mantequilla (¿eso es algo que se toma en España o México?) late con más fuerza – ¡Qué delicia! ¿Ya les había comentado que nos encanta la comida india, verdad? 🙂

Hasta comemos una vez en KFC y puedo pedir una hamburguesa vegetariana en un menú. Soy una persona normal aquí.

El viernes por la noche nos sentimos elegantes y tenemos ganas de comida europea. Para estos antojos hay un restaurante en Dimapur: el «black sheep» (la oveja negra), un restaurante de moda en un segundo piso con música electrónica demasiado fuerte y cócteles. La gente a nuestro alrededor que está bebiendo a sorbos sus margaritas no se parece en nada a la gente común que hemos visto por la calle. Aquí es adonde vienen los rich kids.

Un grupo de indios extrovertidos empieza a hablarnos y nos invita a unos chupitos. La noche toma un giro inesperado y acabamos en una discoteca bailando y disfrutando. En el estado de éxstasis hacemos planes con nuestros amigos y cancelamos nuestros boletos de tren del próximo día. Nos llevan de vuelta a nuestro hotel (en la entrada hay un gran letrero que dice que no está permitido el alcohol) y así entramos trastabillando en nuestra habitación.

La oveja negra de Dimapur

Si viajas mucho tiempo alcohol y fiesta es «prioridad Z». Suele ser muy caro y no vale la pena despertarse con resaca si hay que viajar o hacer turismo. Normalmente necesitamos nuestras 8-9 horas de sueño y no sé cuando fue la última vez que tomamos alcohol.

Al final estábamos todos con resaca y ya no se cumplieron los planes. No volvimos a ver a nuestros nuevos amigos indios. Pagamos la noche dos veces y también la cancelación de los boletos. Aún así nos divertimos mucho y no nos arrepentimos de nada. Por cierto, no existen fotos de aquella noche.

¡El lunes al final sí tomamos el tren a Guwahati!

La oveja negra de Dimapur

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