Momos en Guwahati
Hacemos las mochilas, el check-out y negociamos un buen precio con un conductor de tuk-tuk que nos lleva a la estación de trenes. En el andén hay mucha vida, paquetes gigantes, mucha gente, bolsas y maletas. Estamos emocionados por nuestro primer viaje en tren en la India. El tren es el medio de transporte más popular del país – aparte de que también es el más barato. Como ya no queremos volar es lo mejor saber que podemos ir a todos lados en tren.
Intentamos comprar los boletos de tren en la estación, pero dura mucho tiempo porque hay que hacer cola. Por suerte la página web de Indian Railways es bastante intuitiva y compramos los boletos en línea.
En nuestro primer viaje vamos en segunda clase. Nuestros asientos están ocupados y tenemos que insistir para que la gente se levante. Hay mucha gente parada y no hay espacio para mi mochila que meto debajo del banco. Por lo menos los bancos son cómodos y vamos muy a gusto hacia el oeste como durante todos los trayectos en Asia.
Nos lo pensamos bastante tiempo y al final decidimos no ir al Kaziranga National Park. Ahí hay la populación más grande de los famosos rinos indios que se pueden ver de cerca en safaris. O te subes a un 4×4 o mejor a un elefante porque los rinos no consideran enemigos a los otros animales. Ahí está nuestro dilema. No queremos comparar el bien de un animal con el de otro y hemos visto lo que hace subirse a un elefante al animal. No está bien subirse a un elefante y tampoco está bien apoyar un parque que lo ofrece. Así es como nos saltamos esta experiencia y nos vamos directo a otra parte de Assam.
Llegamos a Guwahati y ya está oscuro. La estación de trenes al igual que las calles hacia nuestro Airbnb están muy limpias. Hay aceras y todo nos parece bastanta estéril. Nos recibe nuestro anfitrión Partha y nos instalamos en el pequeño departamento. Partha y su mujer viven al lado y sus padres abajo.
Hacemos planes y miramos que queremos hacer las siguientes semanas en la India – el último tiempo del viaje. Sobre todo porque los viajes en tren hay que reservarlos con anticipación porque sino ya no queda sitio. Así que ya sabemos dónde estaremos y cuándo, hasta que tomaremos nuestro vuelo a casa en diciembre.
Partha es muy amable y muy comunicativo. Nos enseña unas palabras en asamés, el álbum de su boda y hablamos de viajes. Su mamá no habla nada de inglés pero nos invita a tomar un té y nos enseña fotos de sus viajes por Europa. Aquí nos sentimos muy en casa.
¡Guwahati nos encanta! Será tal vez por nuestro hospedaje o por la experiencia que tenemos en uno de los templos hinduistas más viejos del país. Les cuento:
Deambulamos por la orilla del río, es todavía temprano y las tiendas están cerradas. Los comerciantes en el pequeño mercado de pescado sin embargo ya no tienen mucha mercancía. Huele a pescado y vemos como también muchos indios van en dirección al templo Umananda. Nos subimos a un ferry con cientos de indios en ropa tradicional y con el puntito rojo en la frente.
Nos quitamos los zapatos y entramos en el complejo que está vigilado por militares. En el santuario de Vishnu nos inclinamos ante la figura, unos monjes nos dan la bendición y nos pintan el puntito en la frente. Hay una cola larga para pasar al santuario subterráneo de Shiva. Nos encanta que la gente aquí sea tan abierta y quiera compartir sus rituales con nosotros. Es un día sagrado, la gente toma un «holy bath» y viene de todo el país para adorar sus dioses aquí.
Conocemos a un grupo de amigos del sur de la India que llegaron aquí en un tren que duró 60 horas (!). Mañana ya vuelven. Charlamos mientras que esperamos. En el santuario de Shiva la gente se pone de rodillas y se inclina. Afuera encienden velas e inciensos. Es un ritual muy bonito, pero nos cuesta entender qué pasa. El hinduismo no se entiende muy rápido.
Nuestros conocidos nos invitan a tomar un chai y a comer unos dulces típicos antes de tomar el ferry de vuelta a la ciudad. Nos despedimos y cada uno va su camino. Entiendo muy bien porque dicen que mujeres en sarí son las más bonitas. Esta ropa tradicional y sus colores me fascinan mucho.
Se juega al cricket en uno de los parques verdes, de la corte salen hombres y mujeres en togas negras largas, nosotros deambulamos, tomamos lassis salados y jugamos a las cartas.
Con Partha visitamos el War Memorial y probamos comida callejera deliciosa. Por primera vez comemos momos, un tipo de dumpling que sobre todo se sirve en Bengala, pero también aquí son bastante populares. La masa de fideos aquí está rellena de cebolla y se sirve con una salsa picante.
Después probamos Panipuri. Son bolitas de una masa de trigo huecas y crujientes que se llena con puré de papa y especias. Se sirve con una salsa muy líquida. En este puesto probamos Panipuri de cinco sabores y de picante a dulce hay de todo. Es una explosión de sabores en la boca. ¡Qué delicia!
Pero Guwahati es más que eso. Cada vez que pasamos las vías de los trenes y la estación de trenes estamos en un nuevo mundo. Leo desacelera sus pasos cada vez cuando vemos los trenes largos sin fin. Sólo para mirar trenes mi esposo frena 🙂
En el otro lado hay un mercado gigante, es polvoriento y muy caótico. Parece que vivimos en la parte rica de la ciudad, pero aquí estamos en la India que conocemos. Desde aquí tomamos un minivan hacia el sur para conocer la región de Megalaya.
Después de los tres días de excursión (vean la otra entrada) regresamos aquí por dos noches y visitamos el festival de Momos. Ahí probamos todo tipo de momos y dejamos atrás los clásicos. Aquí hay momos de miel y ajo, momos asados al tandoori, momos con hierbaluisa y de postre hay momos de chocolate. Las delicias van acompañadas de música electrónica que no nos gusta demasiado, pero mirar a la gente de la clase media nos encanta.
Nos despedimos de Partha y su familia y tomamos el tren nocturno a Bengala Occidental. Nuestro próximo destino: Darjeeling con vistas por el Himalaya.