Los cenotes de Valladolid

Después de un viaje en autobús un poco frío – nunca os olvidéis de llevar un jersey – y corto, por fin llegamos a Valladolid. Nos alojamos en Casa Chi, un Airbnb que es más bien hotel que otra cosa. Josué, el propietario, nos da una muy amable bienvenida y así al instante, nos sentimos agustos. El sitio está en las afueras de Valladolid, es decir a 20 minutos del centro andando. Por primera vez tenemos una cocina que funciona y podemos hervir agua. Pasamos la tarde jugando a las cartas con otro huésped de Casa Chi y nos vamos temprano a cama.

El programa del día consiste en una ruta en bici. Los cenotes de Valladolid están bastante cerca y por ser tacaños nos ahorramos el taxi. ¿Qué es un cenote? Pues es como un agujero o una cueva subterránea lleno de agua natural. Al parecer, se llenan con la lluvia ya que la tierra en la zona de Yucatán es muy porosa.

Josué nos presta sus bicis, pero resulta que son muy pequeñas y además el sillín de una de ellas está suelto y se cae para atrás. No tienen marchas ni ruedas bien infladas. El trayecto en bici, incómodo y caluroso, pero también con algunas risas. Son los 20 minutos más duros de nuestras vidas. Cuando llegamos al primer cenote, que se llama Saamal, estamos sudados. Nos acercamos a lo que en realidad solo es un gran agujero en el suelo. Si uno mira por ese agujero, abajo, pero muy abajo hay agua y gente bañándose. ¡Fenomenal! Nos cambiamos y nos tiramos al agua fresca donde nadamos hasta no poder más. Me parece raro, pero es obligatorio llevar chaleco salvavidas. Al final, disfruto de ello porque no cuesta nada moverse por el agua.

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Después de comer nos toca el segundo trayecto en bici. Estando bien refrescados, nos lanzamos a las bicis y empezamos a sudar al instante. La verdad, ahorrarse el dinero no vale la pena, pero sí es un poco gracioso. Otra vez sudados y también cansados llegamos a otros dos cenotes, Samulá y Xkekén – no, no me inventé ese nombre yo (el lugar donde están situados se llama Dzitnup).

Éstos dos cenotes son subterráneos. El acceso es mediante unas escaleras que te llevan la cueva. En el techo (¿o suelo?) están algunos agujeros que dejan entrar un poco de luz. Ahora el agua ya está muchos más fresca. En Samulá aún nos quedamos bastante tiempo, aunque aquí no hay que llevar chaleco salvavidas. Sí hay varias cuerdas en el agua donde uno puede agarrarse o incluso intentar balancear en ellas, pero es un fenómeno que comparten todos los cenotes. Al parecer, no es muy normal saber nadar en México. Así, todo el mundo puede meterse en el agua y agarrarse de las cuerdas.

En Xkekén ya nos quedamos muy poco tiempo porque empezamos a tener frío. Sin embargo, es el cenote más impresionante ya que cuenta con estalactitas enormes, que sinceramente son imposibles de captar en fotos.

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