Livingston y la buena vida
Con una lancha pequeña cruzamos el mar desde Punta Gorda para llegar a Guatemala. Nos dan nuestro tercer sello de entrada a nuestros pasaportes y de inmediato estamos encantados con la ciudad de Livingston, nuestra primera parada en Guatemala. Aquí se mezclan las culturas de los mayas que viven dentro de la selva en pequeñas comunidades y de los garifunas que ya conocemos de Belice. En todos lados suenan los tambores y música – todas las noches pasan desfiles de gente bailando. Tuc Tucs pasan volando por las calles montañosas, niños juegan en el parque infantil lleno – aquí hay todo tipo de color de piel y muchas buenas vibras.
Nos dejamos llevar por el buen ambiente de la ciudad aprovechando del acceso directo a la bahía desde nuestro hotel que teníamos que reservar porque nuestro Host de Couchsurfing nos canceló en el último minuto – así pasa a veces. Encontramos un pequeño cartel que anuncia un tour bastante barato por la selva y hacemos la reserva para el próximo día vía WhatsApp.
El tour nos lleva a Xabier, un pasota de Bilbao, quien llegó aquí hace ya varios años a una comunidad conviviendo con familias mayas y la plena naturaleza. El ofrece el tour, los locales lo manejan. De esta manera conocemos a Jorge, un hombre quien habla quechí y conoce la selva como la palma de su mano. Nos acompaña una guía turística garifuna, Nereja quien igual nos enseña su cultura y sus ritos de tal manera que aprendemos tanto que no nos podemos acordar de todo.
Pasamos por raíces y vemos a flores que parecen ser de otro mundo. Comemos plantas extrañas, tomamos agua que sale de unos palos cortados y aprendemos sobre plantas medicinales e infusiones y sus respectivos efectos – así es como uno sobrevive en la selva. Jorge nos enseña colorantes naturales hechos de semillas y hojas para pintar comida o madera.
Después de la caminata por la jungla – Jorge en chanclas y nosotros en botas – llegamos a la comunidad donde viven Xabier y también la familia de Jorge. Es tan tranquilo y disfrutamos del silencio y de la naturalidad del lugar.
Nuestro camino sigue y nos lleva al lado del río a través de enormes plantas de maíz – Jorge delante con la machete para librar los caminos de plantas. Llegamos al nacimiento del río Quehueche y nos refrescamos con el agua fría. Hasta vemos un quétzal, el ave nacional de los guatemaltecos.
La última parada del tour es una cueva. El camino hacía allá es bastante pesado y hay que agacharse todo el tiempo para no lastimarse en los palos y plantas. La entrada de la cueva es minúscula y otra vez estamos demasiado altos – Leo sobre todo se pega muchas veces la cabeza. La cueva es un lugar sagrado para los maya, cada vez en cuando encontramos sus ofrendas. Pequeñas estalactitas y mucho lodo nos acompañan en nuestro camino adentrándonos a la cueva. Vemos un murciélago muy de cerca y después de un rato decidimos darnos la vuelta porque hace un calor tremendo ahí abajo – Jorge no tiene ni una gota de sudor en su frente.
De regreso en la comunidad comemos pescado al champay, una especialidad de los maya que se sirve con las hierbas que conocimos en nuestra caminata. Está acompañado de una infusión de una planta de madera. ¡Todo está muy rico!
Jorge y su pequeña hija nos llevan de vuelta a Livingston en un kayak por el río. Ha sido una experiencia única y los dos regresamos muy animados y llenos de lodo al hotel. ¡Este hermoso país nos fascina!
Aquí pasamos unos tres días antes de movernos a las adentros de Guatemala para llegar a tiempo para nuestro vuelo a Colombia.