Sentimientos capitalinos

Llegamos a Bogotá medio congelados después de un viaje nocturno en autobús. Hace frío – después de las temperaturas de verano en la costa norteña y la primavera de Medellín ya no estamos acostumbrados a abrigarnos. A ducharse con agua caliente en el piso de Airbnb…¡yeah! Desafortunadamente el piso es tan sucio que pasamos medio día hablando con el servicio de Airbnb para conseguir un nuevo alojamiento. Nuestro hostal se encuentra en el precioso barrio de  La Candelaria y todos los lugares interesantes quedan bastante cercas.

El barrio nos encanta. En la plazuela Chorro de Quevedo cuentistas relatan anécdotas y hay música por todas partes, bares chulos y muchos grafitis maravillosos.

Aquí también está el punto de encuentro para ir al muy recomendado tour en bici para conocer la ciudad. De nuevo tenemos la suerte de saber hablar el español – así podemos descubrir la ciudad en un grupo pequeño. Conocemos a Almendra de Perú y las dos hermanas Caren y Yanina de Argentina aparte de nuestro guía colombiano Daniel. Charlamos mucho de todo por lo que tardamos 6 en lugar de 4 horas para hacer todo el tour.

Visitamos primero una arena de toros que hoy en día se usa para conciertos y otros eventos culturales pero ya no para la corrida de toros. Daniel nos explica que esto puede cambiar otra vez con el próximo gobierno. Vemos grafitis increíbles, símbolos de la transformación que llevan el color al gris de las calles.

En el mercado Paloquemao probamos las diversas frutas que ofrece Colombia: maracuyá, aguacate, fruta del dragón, lulo (parecido al kaki pero más ácido),… ¡Wow! Todo sabe increíblemente bien y nos encanta la diversidad de frutas que hay por aquí.

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Visitamos una pequeña fábrica de café y Daniel nos explica el proceso desde la planta hasta la taza. Mientras tomamos un café y chocolate hablamos de diferentes acentos españoles de los distintos países, posibles rutas de Perú, destinos en el Ecuador y sobre Argentina.

Al final del tour jugamos al Tejo, uno de los deportes más famosos de Bogotá. Entramos al recinto y huele a pólvora negra y barro. La gente está tomando cervezas y de vez en cuando se oye una explosión. El juego se juega con unas piedras planas de metal que se avientan a una tabla con barro con un anillo de metal en su centro. En el anillo se colocan triángulos de papel que contienen pólvora negra – los jugadores intentan tirar su piedra al centro en medio del anillo de metal. Una explosión también da puntos. Nosotros jugamos a una versión más fácil con más pólvora negra y Leo es el campeón de nuestra ronda – nos divertimos muchísimo.

Pasamos el próximo día con nuestras nuevas amigas de Argentina. Desayunamos en el bar más antiguo de Bogotá, en la puerta falsa y probamos Changua, una sopa a base de leche con huevos y pan suave y también tamales (una maza de maíz con carne cocida en hojas de plátano). Después visitamos el muy famoso museo del oro, imprescindible si visitas a la capital colombiana. Es interesante pero tampoco nos fascina demasiado. Deambulamos por las calles de los libros, donde se pueden comprar libros por poco dinero – nosotros no compramos nada – en este viaje solo leemos ebooks.

Vamos a un mercado de pulgas donde se vende de todo: celulares antiguos, discos, ropa, joyas, juguetes. Hay muchísima gente y nos huimos al próximo café.

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El museo de Botero nos fascina. El maravilloso artista colombiano ha donado gran parte de sus propias obras y de varios otros artistas para llenar el museo y dar la posibilidad de conocer sus esculturas y cuadros gratis. ¡Nos encanta! Participamos en un tour donde nos explican todo el proceso creativo del gran artista. El edificio es muy bonito, sus patios preciosos nos gustan mucho.

Después de los días llenos de Medellín disfrutamos de una semana entera en la capital y nos relajamos. Leo se toma tiempo para trabajar, cocinamos una tortilla española y vemos alguna película.

Monserrate es el último punto que nos falta en la lista de quehaceres de Bogotá. La pequeña iglesia a más de 3.000 metros de altura es muy reconocida por peregrinos, deportistas y turistas. La vista sobre la ciudad de 11 millones de habitantes (¡más que Bélgica!) es muy bonita. Decidimos de subir caminando pero la altura y mi falta de aire nos frenan por lo que nos damos la vuelta y nos subimos vergonzosamente al funicular. La vista es preciosa, pero el lugar no nos fascina demasiado.

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Bogotá es una ciudad enorme y vibrante, con mucha cultura y sus montañas alrededor. Estamos muy a gusto aquí y disfrutamos mucho de poder pasar tiempo con Caren y Yanina y quedamos varias veces con mara, una amiga de mi hermana, que ya vive algún tiempo aquí en Colombia. ¡Caras lindas hacen de cada ciudad un lugar mejor!

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