La selva de Tena

Jois nos hace una lista con lugares recomendados y el próximo lugar es Tena. Tenemos suerte porque un tío de Jois, Fernando, se fue a vivir ahí con su familia y nos da alojamiento por los días que estamos aquí. Su hijo Pato nos lleva a la ciudad y conocemos el malecón muy nuevo y moderno, los dos ríos que desembocan el uno en el otro de dos colores, la torre con vistas y las luces de navidad. Como en todo el país también aquí nos topamos con muchísimos carteles con las caras de los candidatos para prefecto o alcalde y sus promesas, pronto serán las elecciones aquí. Deambulamos por el antiguo aeropuerto que hoy en día es un parque enorme disfrutando de un helado de fruta extraña que no existe en Europa y el sol pinta el cielo de color rojo.

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Desde aquí hacemos una excursión de un día al puerto de Misahuallí. El río Napo, la mayor atracción turística aquí, hace posible bajar en barco hasta el Amazonas en el que desemboca en Perú. Tal vez sea por eso que el lugar es tan verde, caliente y húmedo. En la playa nos divierte una familia de monos antes de que nos subimos al barquito para dar la vuelta por el río. Desafortunadamente no logramos encontrar a alguien con quien hacer el recorrido grande (y por lo tanto el más caro) para llegar hasta la reserva de Amazónico, lo que nos había recomendado Jois. Así que nos unimos a un grupo de quiteños para un recorrido corto. En la primera parada visitamos un mueso donde un chamán indígena nos explica las plantas de la región y sus efectos medicinales. Nos acordamos de nuestro tour por la selva guatemalteca, más emociones no están evocadas – nos aburre, es muy artificial y demasiado turístico.

Después sigue el horror turístico y visitamos una comunidad de indígenas que bailan para nosotros, nos dan a probar la chicha, una bebida hecha a base de yuca fermentada (no nos gusta demasiado) y nos enseñan como la preparan. Después visitamos su mini zoológico con serpientes, monos, loras, tucanes,… Todo es demasiado artificial y después nos sentimos estafados. Tal vez hubiera sido mejor el recorrido largo pero es lo que pasa en los viajes – no se puede todo.

Por las noches nos pican los mosquitos, durante el día jugamos con los perros de la casa y por la noche platicamos con la familia de Jois. Estamos muy bien y volvieron nuestras ganas de viajar.

El próximo día vamos para conocer las cuevas de Jumandy que son cuidadas por una comunidad indígena. Nos dan botas y una linterna y así vadeamos por la cueva, nos jalamos colgados de una cuerda por lagunas subterráneas, admiramos estalagmitas y estalactitas en forma de brócoli o coliflor. Nadamos en piscinas naturales y nos explican todo. Salimos de las cuevas escalando felices y mojados (no hay fotos de esta pequeña aventura por que no nos dejaron y Leo dice que de todos modos no hubieran salido bien). Después visitamos un pueblito cerca y su zoológico. Nos encanta pasar por las caminos dentro de la selva verde y conocemos a aves raros, loros, monos, leones, cocodrilos y las tortugas gigantescas de Galápagos.

Después de tres días empacamos de nuevo y tomamos un bus hacía nuestra próxima estación: ¡Baños!

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