Cafayate con encanto
Cafayate es una ciudad pequeña al sur de Salta. Llegamos por la noche y hacemos check-in en hostal muy hippie. Hace bastante calor y vuelve a haber mosquitos – después de tanto tiempo a miles de metros de altura uno se olvida de esos bichos. Así que hemos vuelto.
Por la mañana, damos una vuelta por el pueblo que a parte de una plaza principal con una iglesia pequeñita y un par de restaurentes y bodegas no tiene mucho que ofrecer. Las calles están sin asfaltar y hace mucho calor.
Por la tarde, hacemos una excursión con las Cristinas a la Quebrada de las Conchas, un canyón en un área extenso a más o menos 30 minutos de Cafayate. Nos aconsejaron hacer dedo, que supuestamente funciona muy bien en Argentina. Después de esperar un poco, nos recoge un cafayateño que además nos muestra los lugares más importantes del canyón al pasarlos y nos da una lista de las mejores bodegas del pueblo.
Nos deja en la Garganta del Diablo, una quebrada formada por viento y lluvia en millones de años. De ahí, visitamos otra quebrada, esta vez redondeada, con el nombre de anfiteatro. Aquí fuera, la naturaleza es hermosa. A la vuelta nos recoge Víctor, un programador español que alquiló un coche – otra vez tenemos mucha suerta porque para en todos los sitios de interés por lo cual tenemos posibilidad de sacar muchas fotos de los miradores más impresionantes. La luz del atardecer le da un toque mágico y a la distancia se destingue la luna.
Con Diego y Gimena hacemos el tour de las siete cascadas, al final somos solo tres. Al informarnos, todo el mundo nos dice que los guías que te esperan a la entrada al área e intentan detenerte par venderte sus servicios – contándote además que es obligatorio ir con guía – en realdida no son necesarios. Nosotros queremos ahorrar dinero y no nos dejamos persuadir. Así que los tres nos adentramos con Maps.me a la naturaleza. Aquí no hay caminos señalados, te orientas con el río y el camino es una única aventura. El trayecto es a medias escalar, a medias caminar – a la última de las siete cascadas no llegamos sin guía. Ante nosotros se alza una pared de piedra y no podemos encontrar ningún camino.
Esa experiencia nos une y nos lo pasamos muy bien en el medio de la nada. Al final, después de trepar y caminar unas seis horas estamos muy muertos – Leo compra unas empanadas que comemos en cama. Mañana toca ir al pueblito Tafí del Valle.