Con las motos al campo
Después de regatear un poco conseguimos dos motos para un día entero por el precio increíble de 8€. Nos levantamos temprano y queremos conducir a lo largo de la costa para conocer unas playas y el Vietnam rural.
Como Leo tiene una licencia de conducir de motos se sube sin más a su moto. Yo nunca en mi vida he conducido una moto y tengo mis dudas. En Vietnam el tráfico es una locura total: Todo el mundo usa el claxón y parece que no hay normas de prioridad. Manejar con convicción y pitar mucho es la receta secreta para conducir aquí. Al final lo consigo y dejamos Hoi An a nuestras espaldas y hace mucho sol que nos quema brazos, piernas y manos. Nos ponemos los pantalones largos y mangas largas, nos ponemos bloqueador y estamos muyy felices.
Pasamos por pueblitos donde niños igual que adultos nos saludan y gritan «¡Hello!», en muchos sitios vemos fiestas de bodas con música en alto volumen y karaoke, en los cafés y restaurantes todo cuesta la mitad de los lugares en Hoi An y en la primera playa que pasamos estamos solos con unos barquitos de pesca.
En total conducimos más de 80km hasta una playa con muchos restaurantes de marisco. El cielo se oscurece y esperamos esperanzados que podamos volver sin lluvia. Tenemos suerte y deja de llover.
Durante la hora dorada (ya no hace tanto calor) se llenan las calles, la gente sale de sus casas, van a sus campos verdes con sus búfalos y nos sentimos en el Vietnam cliché. La gente nos enseña el camino, nos hablan en inglés de moto a moto en la carretera y no podemos dejar de sonreír.
Atardece y se va el sol. Todavía tenemos bastante camino por delante para volver a Hoi An. Conducimos por calles anchas y hay que concentrarse mucho. Los últimos metros dentro de la ciudad son los más locos. Aquí se amontonan peatones, buses, coches y motos y todo el mundo pita, grita y uno serpentea por las calles – un muy buen ejemplo del Vietnam típico.
Llegamos a salvo a nuestro Home Stay y estamos muy cansados. ¡Volveremos a rentar motos!