Descansar en Chiang Mai
Hasta llegar a la frontera tailandesa nuestro bus para unas 50 veces porque sale humo de la ventilación. Por suerte llevamos comida y también está Chin Yun – así sobrevivimos el viaje que tarde 8 en lugar de 3 horas. Estamos relajados como la gente local y llegamos sano y salvo a la frontera. Cruzamos el puente de la amistad en bus y al otro lado del Mekong nos sentimos como en un nuevo mundo: calles buenas, un 7/11 en cada esquina, la gente habla buen inglés y tenemos la sensación de haber vuelto a la civilización después de todo el agobio por el camino.
Llegamos tan tarde que ya no hay bus público a Chiang Mai, así que pasamos la noche en el lado tailandés de la frontera en un hotel muy bonito que es tan barato que no lo podemos creer.
El próximo día tomamos un bus muy grande y climatizado con una azafata que nos da agua y dulces, llegamos sin retraso a nuestra nueva casa de las próximas semanas: ¡Chiang Mai!
Chin Yun se queda en un hostal y desafortunadamente tiene menos tiempo que nosotros. A los taiwaneses les dan solamente 15 días de visado en Tailandia. Nosotros nos podemos quedar hasta 30 días. Por un lado eso significa que tendremos mucho tiempo para realmente descansar, por el otro tendremos que despedirnos en algún momento de nuestra querida Chin Yun.
Nos enamoramos al instante de nuestro pequeño apartamente justo entre centro histórico y parte nueva de la ciudad. Una cama grande, un armario (donde cabe toda nuestra ropa), un baño y una cocina con vistas a las montañas verdes de Chiang Mai. Aquí pasamos mucho tiempo. Leo programando y trabajando, Jana pintando y dibujando, jugamos a las cartas y compramos pasta de Barilla, pesto y aceite de óliva para cocinar mínimo una vez al día.
La comida tailandesa nos gusta mucho: Phad Thai, vegetales, todo tipo de curries, el delicioso arroz glutinoso con mango, sopas, etc., pero para decir la verdad nos apetece sobre todo comida occidental: patatas, pasta, pizza y hamburguesas. Encontramos un mercado pequeño a la vuelta de nuestro piso donde se pueden comprar fruta y vegetales baratos, así disfrutamos de nuestra nueva libertad culinaria después de tantos meses sin cocina.
Una vez a la semana vamos al cine que los miércoles cuesta menos de 3€ sentarse en un cine congelado y ver películas estadounidenses con subtítulos en tailandés. Después de los anuncios nos piden que nos levantemos para un vídeo con fotos del rey – en el fondo suena el himno del país. Con nuestras bicis todo queda muy cerca y nos vamos de tour con Chin Yun por el centro histórico, comemos patatas fritas en McDonald’s, vamos a pequeños mercados artesanales, sudamos y estamos felices.
Aquí hay miles de mercados nocturnos, mercadillos, mercados de telas, de agricultores. Los fines de semana en Chiang Mai se puede hacer un hopping de mercados sin poder visitarlos todos (es algo que disfrutamos Chin Yun y yo a solas, no es lo de Leo).
Tomamos café y matcha latte o jugos deliciosos en cafeterías muy lindas y pequeñas y deambulamos por los callejones del centro histórico pasando los muchos templos budistas que hay aquí.
Nos encanta aquí y no nos queremos ir. No nos sorprende que este sitio atrae a tantos extranjeros y nómadas digitales para quedarse mucho tiempo aquí. En un evento de couchsurfing conocemos a algunos de ellos que volvemos a ver varias veces para noches de jazz o de bares. Nos llenan un poco el hueco que dejó Chin Yun que ya se fue.
Aquí celebramos 11 meses de viaje y planeamos alegremente a quien vamos a visitar y cuando al volver a casa. Ayer nos cedieron el visado. El domingo sigue el viaje a Birmania y hay que dejar nuestro apartamento de Chiang Mai.
¡La aventura sigue!