En la neblina de Falam

Estamos sentados en sillas de plástico entre los locales que también esperan. Estamos en la terminal de buses de Mandalay y queremos tomar el bus a Kalay. Vendedores con bandejas gigantes en sus cabezas quieren vendernos manzanas, los demás mastican en la nuez de areca y escupen rojo al suelo. Llega el bus y las últimas 5 filas se llenan con bolsas y cajas gigantes. Todo está amontonado hasta el techo y predomina el caos – así se viaja en Myanmar.

El viaje dura hasta el próximo día – estamos sentados apretados en nuestros asientos sin espacio para las piernas, detrás de nosotros una familia de 5 personas, incluyendo a un bebé, comparte 2 asientos. Este viaje nocturno para mí es el peor de todos en el viaje hasta ahora. Los dos no conseguimos dormir para nada, las curvas y el subir y bajar nos sacuden constantemente. ¡Y lo que me faltaba! A la mañana siguiente me doy cuenta de que mi mochila y en consecuencia toda mi ropa está manchada con un líquido que huele bastante desagradable. Supongo que uno de los niños vomitó durante el trayecto.

Llegamos a Kalay hechos polvo. Disfrutamos de un té para el desayuno y limpio mis cosas lo más que se pueda con toallas húmedas. Kalay sin embargo no es nuestro destino final de hoy. Queremos llegar a Falam, en medio del estado Chin, y nos subimos al próximo minivan. Justo al salir de Kalay el conductor para y un señor se levanta a pesar del techo bajo del bus. Como habíamos leído sobre esto no nos sorprende mucho. Habla de manera monótona, claro que no entendemos nada y al final suena el “Amén” fervoroso en todo el bus. La gente que vive en el estado Chin es muy, muy religiosa y si observas un mapa de los pueblos de aquí saltan a la vista las muchas iglesias.

En la neblina de Falam
Una de las muchas iglesias pequeñas de Falam

La gente que viaja con nosotros es muy amable y modesta, menos extrovertidos que la gente en otras partes del país. Aquí no vienen muchos turistas.

Falam está ubicado en una región montañosa y verde con vista al río Manipur (el estado de la India que pronto pisaremos) y casi desde todos lados tienes unas vistas hermosas. Nos quedamos en el “Holy Guesthouse” (aquí todas las tiendas y todos los restaurantes tienen nombres con alguna referencia religiosa) y conocemos a nuestra anfitriona que no habla ni una palabra de inglés pero es tan divertida y cariñosa que nos reímos mucho juntos.

En la neblina de Falam
“¡Eres demasiado alta!”

Falam en sí no ofrece muchas actividades turísticas, pero es muy bonito caminar por el sitio, disfrutar del aire fresco y del verde que lo rodea. Comemos sopa de pasta en el Falam Café y por las tardes tomamos un té con leche y mucho azúcar. Deambulamos hacia todas las direcciones desde nuestro hotel pasando por las casitas construídas en zancos en las cuestas.

Si miras por entre las casitas tienes cada vez unas vistas hermosas. Leo ya está molesto porque me paro cada 2 metros para disfrutar de la misma vista una y otra vez.

La gente aquí es más tímida, pero muy amable y nos sonríe. Sobre todo los niños riéndose mucho prueban su inglés que aprendieron en la escuela y paran su juego para examinarnos. Somos los únicos blancos aquí.

Como Falam está un poco lejos de todo y no es tan fácil llegar aquí, no sorprende demasiado que un sitio de menos de 10.000 habitantes tenga su propio idioma. “Lo oi” significa gracias 😉

Conocemos a Twan en la calle y empieza a hablarnos en un inglés impecable. Es un hombre arrugado de casi 80 años quien se interesa mucho por Europa y hasta habla un poco de alemán. Nos pregunta muchas cosas. Lleva un gorro rosado y botas de goma (ayer llovió tanto que goteó en nuestra habitación). Con él vamos hasta el hospital desde donde según Twan tenemos las mejores vistas de Falam. Él empuja su bici a nuestro lado mientras que subimos y platicamos sobre el mundo. Twan viene de Falam y tampoco es que haya salido mucho, pero su erudición y su espíritu abierto dan la sensación de que es un hombre que ha visto el mundo.

Nos encanta Falam y el tiempo fresco de aquí. Después de haber sudado tanto disfrutamos bastante del frío. Aquí todo va más lento y nos relajamos mucho. Aún así empacamos nuestras cosas después de dos noches para conocer la capital del estado Chin: ¡Hakha, ya estamos en camino!

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