Camellos en Jaisalmer

Jaisalmer es una ciudad desértica que queda un poco lejos de todo y la razón principal (o quizá la única razón) para visitarla son los safaris en camello. Cuando estuve en la India hace tres años, fui con Ismael a un tour en camello y me gustó tanto que quería compartirlo con Jana. Esta vez habíamos decidido hacer un safari de dos noches, es decir acampar dos noches en el desierto y desconectar un poco.

La llegada fue bastante fácil. Esquivamos la jauría de tuk tuks que quieren llevarnos al centro («Special price for you, my friend») con elegancia y nos encaminamos al centro para organizar un tour y un hostal lo cual resulta muy fácil. Una hora más tarde ya estamos sentados en un bar y disfrutando de una tarde libre. ¡Mañana comienza nuestro gran tour!

Tenemos que despertarnos muy temprano, nos recoge un conductor de la agencia en un todoterreno y nos lleva a su casa para tomar un té. Nosotros pensamos que más bien nos podría haber recogido más tarde, pero así conocemos a su familia y nos ofrece una ojeada a cómo es la vida simple en el desierto: toda la familia comparte una habitación en una choza de barro. En algún momento, cuando ya salió el sol, por fin seguimos nuestro camino para encontrarnos con nuestro guía, Sumar. Es un hombre con una estética particular, ya que parece tener frío y calor al mismo tiempo (lleva un gorro por el frío pero el típico atuendo blanco y largo de desierto para protegerse del sol).

¡Por fin! Sumar nos muestra como montarnos en los camellos y emprendemos camino a la nada. O eso creemos, en realidad el desierto está rodeado de aerogeneradores y pueblos. El desierto Thar es el desierto más densamente poblado del mundo. Aún así, el ritmo lento de los camellos y los campos vastos de la sabana nos tranquilizan. Sumar habla con nosotros, nos entretiene y explica cosas hasta llegar a un punto de descanso para comer.

Sumar no solo es guía, también es cocinero. Prepara desayuno, comida y cena y lo hace todo a mano: Cortar verduras, hacer la masa para el pan, etc. Por eso, preparar la comida tarda entre dos y tres horas. A nosotros nos gusta porque significa que es un tour muy relajado con muchos descansos. Tenemos nuestros móviles apagados, pasamos el rato en la sombra para protegernos del calor y hablamos o leemos.

Andar en camello cansa mucho y por eso los trayectos son más bien cortos. Entretanto, los camellos (Alex, Rocket y Mango) se lo pasan bien ignorándonos y se paran sin más para comer o se meten en árboles y tienes que agacharte para que las ramas no te corten la cabeza. No les gusta apartarse de cosas en el camino, así que tú te pasas la mitad del tiempo quitándote las ramitas y hojitas de los arbustos de encima. Sus cuellos largos a veces nos recuerda a dinosaurios y nos gusta mucho su manera de ser: parece que todo les da igual y que en realidad no están siguiendo órdenes sino haciendo lo que les de la gana. Da la casualidad que les apetece hacer justo lo que les ordenas, pero no porque se lo ordenas.

Para dormir, acampamos cerca de las dunas de arena. La primera noche nos encontramos con otro viajero, Luca, y la segunda noche estamos solos. Hace un frío tremendo y necesitamos siete mantas para dormir. Al ser mantas muy gruesas, pesan tanto que apenas puedes moverte. Antes de dormir, nos calentamos con una hoguera y hablamos hasta quedar muy cansados y dormir en el suelo al aire libre. De vez en cuando se escucha el aullido de perros vagabundeando por el desierto o el masticar monótono de los camellos (duermen muy poco pero comen todo el tiempo).

Después del tour aún nos queda un poco de tiempo en Jaisalmer. Es una ciudad pequeña y muy turística. Esta temporada vienen menos turistas que normalmente, así que todo el mundo te asalta para que les compres cosas y es un poco estresante. De todos modos nos paseamos varias veces por la vieja ciudad amurallada con su encanto de ciudad desértica.

Nuestra siguiente parada es Jaipur, la ciudad rosada. Ya es la penúltima parada del viaje – empezamos a desesperarnos.

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