Jaipur, la ciudad rosada

Para nuestro último viaje nocturno en tren nos permitimos una clase mejor. En lugar de ir en la clase Sleeper que es la más barata vamos esta vez en AC 3 Tier. Las ventanas están cerradas completamente y no entran ni el viento ni el frío. Aunque haría frío no pasaría nada porque en nuestras camas hay mantas y cojines.

Nos dormimos acurrucados y felices yendo en dirección a Jaipur e ignorando a la familia que va acomodando sus maletas hablando muy fuerte a las 4:30 de la mañana.

En Jaipur reservamos un hostal lindo y después de una caminata corta desde la estación de trenes estamos en una de las habitaciones más bonitas pero también más caras de nuestro viaje. En el hostal aparte de habitaciones privadas también hay dormitorios, por lo cual es bastante fácil conocer a gente.

Por la noche vamos a un tour organizado por el hostal por el casco antiguo de Jaipur. El guía no es muy bueno y Leo pone los ojos en blanco de vez en cuando, pero es un grupo muy amable y vemos los sitios de interés de la ciudad.

Jaipur, la ciudad rosada

En la parte vieja y dentro de la muralla, las casas a lo largo de las calles principales están pintadas de color “rosado”, una característica histórica apoyada por el gobierno. Me lo imaginé más rosado, pero la imagen uniforme de las calles tiene su encanto. Deambulamos por templos hindúes donde la gente regala dulces o hace sonar las campanas, pasamos el “bridal market”, donde se pueden comprar los hermosos sarís para ocasiones especiales (miren la foto de entrada), miramos los edificios impresionantes del palacio de la ciudad y el museo Albert Hall que se ilumina de una manera hermosa de noche.

El próximo día visitamos el palacio por dentro y nuestro audioguía nos lleva por las exposiciones de textiles, armas, arte y fotografía. Con cada paso que nos acercamos a la parte privada de la familia real la arquitectura se vuelve más imponente: puertas hermosas, torrecitas y la grandiosa sala de tronos. Gracias a la banderita podemos ver que la familia está en el palacio.

Mientras que turistas y grupos de alumnos van por los patios del palacio, están preparando todo para una boda. La gente que celebra su boda aquí ha de tener mucho dinero. Es realmente sorprendente cuántas personas están ocupadas con preparar el bufet gigante, con decorar el pavillón que se usará para la ceremonia con flores o pintar mesitas con color oro: bodas indias y sobre todo de gente rica son un verdadero espectáculo.

El momento estelar es nuestra visita a un hotel de 5 estrellas. Kalyan, un americano que conocemos en el hostal, nos cuenta que en Jaipur hay diversos antiguos palacios que se convirtieron en hoteles de alta calidad. Él quiere ir a tomar unas copas en uno de estos palacios y ver cómo es. ¡Obviamente nos apuntamos! Nos queda poco tiempo y eso es algo nuevo. Por cierto, una noche en el Taj Rambagh Palace cuesta alrededor de 600€ (!).

Nos bajamos del tuk tuk y vemos que bajando la calle hay mucha gente bailando bajo la luz de grandes arañas de cristál portables y al ritmo de muchos tambores. Un novio está en camino a su boda. Lleva un turbante hermoso como la mayoría de los demás huéspedes masculinos que vemos. Uno de ellos nos ve sacar fotos y nos invita a entrar al sitio para sacar más fotos y mirar.

¡Qué honor! Pasando por un pavillón decorado con miles de flores y una línea de camareros con turbantes de color azafrán y bandejas con bebidas entramos al jardín de bodas, un lugar explícitamente para bodas. Es un terreno enorme y la decoración recuerda a un templo hindú con sus icónicas columnas y edificios enteros encima del brillante escenario gigante. Mientras que el novio todavía está por llegar, dentro ya hay bastante gente comiendo.

Jaipur, la ciudad rosada

En mesas sin fin hay incontables estaciones de comida. Primero se empieza en el “spicy corner” con snacks que recuerdan a la comida callejera, después puedes observar a hombres y mujeres que preparan muchos diferentes tipos de pan sobre fuego abierto (desde chapathi hasta roti hay de todo). Después siguen los platos principales, todos vegetarianos, con un cocinero por holla. La comida se prepara ante nuestros ojos y todo es fresco. Al final hay una estación con dulces selectos de Rayastán y una estación con jugos y mocktails.

Nos quedamos boquiabiertos y hasta Kalyan que tiene padres indios y ha ido a varias bodas indias está embobado. Nadie nos hace mucho caso – aún así nos sentimos un poco como intrusos y definitivamente no llevamos ropa adecuada para la ocasión.

Se acerca un señor de la familia de la novia y nos invita a comer. Un empleado ve nuestras miradas perdidas y nos enseña toda la comida, nos hace probar y disfrutamos: desde currys de guisantes y paneer hasta naranjas de mantequilla y dulces de pistacho hay de todo y la comida es de una calidad tremenda. Estamos en el país de Jauja y el empleado, que se llama H K Tak, es realmente muy amable. Tenemos que convencerlo de que estamos llenos para que deje de traernos cada vez nuevos platos con delicias indias.

El glorioso final de nuestra aventura nupcial es la llegada de la novia que camina con sus padres bajo un baldaquín con fuegos artificiales y flores. La novia se “entrega” al novio y todos bailan rodeados por los muchos músicos en traje tradicional. ¡La pareja se ve realmente hermosa! Ésta ha sido una boda de lo mejorcito.

Después de una hora caminamos animados al Taj Rambagh Palace y nos hundimos de nuevo en el mundo de los ricos. El lobby huele a flores frescas, en el patio hay unas fuentes lujosas y pasamos a gente vestida de manera extravagante pero también rara. En uno de los bares tomamos unos cócteles que cuestan 10€, aquí habíamos esperado pagar más por un cóctel bien hecho.

Después de esta aventura caemos en nuestra cama. H K Tak nos llama el día siguiente para invitarnos a otra boda en la que va a trabajar, pero Delhi nos llama y hay que seguir el viaje. ¡Qué pena! Bodas indias son realmente especiales.

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